¿Tener una cultura familiar mitigaría la violencia?

En nuestro país últimamente hemos sido testigos de las constantes denuncias de violaciones, agresiones físicas, sexuales y/o sicológicas propinadas a mujeres así como a niños, situación que a todos nos causa indignación, reclamando la máxima pena para el agresor. 

Es muy fácil salir a las calles a reclamar, culpabilizar a las autoridades y exigir a los operadores del derecho que impongan las máximas sanciones al victimario aun cuando éstas según la legislación no son tan restrictivas ni punitivas como deberían ser. Los peruanos estamos muy acostumbrados a reclamar para que recién allí las autoridades escuchen el clamor ciudadano entendemos que la responsabilidad en la gestión gubernamental es enorme y de una gran presión, pero año tras año solo se viene apagando incendios cuando lo mas importante es la previsión, es la visión de futuro que debe tener un estado, un gobierno, una empresa, una familia.

Sin visión es difícil llegar a buen puerto, si esto es así, porque no empezar a generar una cultura familiar en donde se cambie el sistema de creencias y valores que hasta la fecha tienen los peruanos debido al sistema patriarcal del cual provenimos. Recordemos que desde hace muchos años atrás la mujer ha estado impedida – primero de estudiar, de trabajar e inclusive de ejercer sus derechos políticos como el derecho al voto. Con el tiempo la violencia ha ido acentuándose, conforme la mujer ha ido ganando espacio en diversos terrenos, el varón ha desarrollado una tara o prejuicio en donde se siente disminuido frente al desarrollo de la mujer y ello ha conllevado probablemente a que aflore su emocionalidad e intolerancia convirtiéndose luego en agresiones físicas y sicológicas, muchas veces tipificadas en la ley.

El varón (sexo masculino) ha estereotipado a la mujer desde antaño a su participación en actividades domésticas o de bienestar, inclusive muchas veces la misma mujer acepta como ciertos dichos estereotipos sintiéndose mal si es que no cumple con las reglas sociales impuestas por los varones. Una mujer es un ser humano con los mismos derechos que los varones, con las mismas aspiraciones de ellos sí es que así lo deciden. 

Sin embargo, para erradicar estos estereotipos, resulta necesario empezar a cambiar el sistema de creencias y valores en donde exista una equidad de derechos entre el hombre y la mujer, para ello la familia así como la educación son fundamentales en la generación del cambio. La tan mentada transversalidad de género entendida como la equidad de derechos en los sexos debe primar dentro de la familia siendo reforzada luego en el sistema educativo así como en los medios de comunicación.

La familia, los valores que existen en ella existen es un pilar clave en régimen de bienestar así como para el desarrollo económico de sus miembros. Actualmente, dado que nuestro país quiere formar parte de la OCDE, los economistas deberían tener en cuenta que para que el país produzca necesita de capital humano, el cual será más productivo en la medida que cuente con un soporte emocional familiar.

Recordemos que todo ser humano, proviene de una familia entonces si ello es así se debe recuperar a la familia como institución pero no aquella vista de manera tradicional (puesto que existen diversos tipos de familia), sino aquella vista como grupo humano en donde existe equidad de derechos en el ejercicio de sus roles, aquella en donde los valores y el sistema de creencias cambie y para eso las políticas públicas deberían cambiar y ser políticas públicas orientadas para la familia. Así se daría una rápida transformación en las estructuras familiares, en la estructura del empleo, levantado una serie de demandas y requerimientos que por la rigidez de las definiciones de familia, las políticas públicas no han podido integrar y desarrollarse de una manera adecuada.

Para ello, las autoridades deberían introducir de forma constante y durante un período de tiempo prolongado un conjunto de cambios sobre la base de nuevos supuestos y valores con la finalidad de resolver las cuestiones rutinarias de manera diferente; y, para esto se necesita tener autoridades convencidas, dispuestas a invertir recursos políticos, sociales, financieros y humanos que empoderen la familia, los valores, las creencias erradicando toda forma de violencia y discriminación.